En este mes de enero se han cumplido veinticinco años de la muerte del poeta español Jaime Gil de
Biedma. Se trata de uno de esos escritores cuya obra crece con los años: el
lector —o la lectora— recordará el encuentro de juventud con sus poemas, el
impacto ante la defensa de la libertad para ser, creer y amar, pero mantendrá
su admiración cuando años después vuelva a aquellos versos
Jaime Gil de Biedma y Alba nació en Barcelona el 13 de
noviembre de 1929, y murió en esta misma ciudad el 8 de enero de 1990.
Miembro de una familia de la alta burguesía castellana, combinó su empleo en la
Compañía de Tabacos de Filipinas con la escritura. Poeta lento, en cuyos versos
se encontraban la intimidad y el compromiso, abogó por una expresión clara y
musical, con un lenguaje coloquial y desnudo, que se acercara al lector.
Aspiraba a compartir su denuncia del sistema capitalista y de la burguesía
hipócrita de la que él mismo provenía, su lucha contra el franquismo y su
defensa de los derechos de las mujeres y de los homosexuales.
El raro equilibrio entre el deseo y la política de la
poesía de Jaime Gil de Biedma puede encontrarse en títulos como Compañeros
de viaje (1959), Moralidades (1966) o Las personas del verbo
(1982). Publicó un libro de memorias de título premonitorio, Diario del
artista seriamente enfermo (1974), y una recopilación de ensayos, El pie
de la letra (1980).
Las imágenes de Jaime Gil de Biedma están tomadas de la Red.
Uno de los poemas más célebres de Jaime Gil de
Biedma, es: "No volveré a ser joven”. Aquí podemos verlo.
No volveré a ser joven
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
—como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
—envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
—como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
—envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
Noticia de Estandarte .com
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