Hoy Domingo de Ramos,
comienza la Semana Santa. En la misa se da lectura a la Pasión de Cristo. La
Iglesia Católica celebra la entrada
gloriosa de Jesucristo en Jerusalén a
lomos de una borriquilla, entre palmas y ramas de olivo, mientras sonaban los
vítores de niños y mayores.
En la homilía
del Domingo de Ramos, el Papa
Francisco ofreció un consejo para seguir el camino de Jesús: la humildad y la
renunciar al egoísmo, el poder y la fama.
“El camino
del servicio, de la donación, del olvido de uno mismo. Podemos aprender
este camino deteniéndonos en estos días a mirar el Crucifijo, la ‘catedra de
Dios’, para aprender el amor humilde, que salva y da la vida, para renunciar al egoísmo, a la
búsqueda del poder y de la fama”.
“Estamos
atraídos por las miles vanas ilusiones del aparentar, olvidándonos de que el
hombre vale más por lo que es que por lo que tiene; con su humillación, Jesús
nos invita a purificar nuestra vida. Volvamos a él la mirada, pidamos la
gracia de entender algo de su anonadación por nosotros; reconozcámoslo Señor de
nuestra vida y respondamos a su amor infinito con un poco de amor concreto”,
concluyó.
Al inicio de la
homilía, el Pontífice afirmó que “hemos hecho nuestro aquel entusiasmo,
agitando las palmas y los ramos de olivo hemos expresado la alabanza y el gozo,
el deseo de recibir a Jesús que viene a nosotros”.
“Del mismo modo
que entró en Jerusalén, desea también entrar en nuestras ciudades y en nuestras
vidas. Así como lo ha hecho en el Evangelio, cabalgando sobre un simple
pollino, viene a nosotros humildemente, pero viene «’en el nombre del Señor’:
con el poder de su amor divino perdona nuestros pecados y nos reconcilia con el
Padre y con nosotros mismos”.
Francisco
aseguró que en aquel entonces “nada pudo detener el entusiasmo por la
entrada de Jesús” y pidió “que nada nos impida encontrar en él la fuente de
nuestra alegría, de la alegría auténtica, que permanece y da paz; porque sólo
Jesús nos salva de los lazos del pecado, de la muerte, del miedo y de la
tristeza”.
“Sin embargo,
la Liturgia de hoy nos enseña que el Señor no nos ha salvado con una entrada
triunfal o mediante milagros poderosos”, señaló a continuación.
A su vez,
Francisco recordó que “Jesús se despojó de sí mismo: renunció a la gloria de
Hijo de Dios y se convirtió en Hijo del hombre, para ser en todo solidario con
nosotros pecadores, él que no conoce el pecado”. Pero “no solamente esto: ha
vivido entre nosotros en una condición de esclavo”.
Así pues, “nos
ha enseñado con el ejemplo que nosotros tenemos necesidad de ser alcanzados por
su amor, que se vuelca sobre nosotros; no puede ser de otra manera, no
podemos amar sin dejarnos amar antes por él, sin experimentar su
sorprendente ternura y sin aceptar que el amor verdadero consiste en el
servicio concreto”.
“Humillado en
el espíritu con burlas, insultos y salivazos; sufre en el cuerpo violencias
atroces, los golpes, los latigazos y la corona de espinas desfiguran su aspecto
haciéndolo irreconocible. Sufre también la infamia y la condena inicua de las
autoridades, religiosas y políticas: es hecho pecado y reconocido injusto”.
El Obispo de
Roma aseguró también que Jesús, “para ser en todo solidario con nosotros,
experimenta también en la cruz el misterioso
abandono del Padre”.
“Pienso en
tanta gente, tantos marginados, tantos refugiados, tantos prófugos… tantos que
no quieren asumir la responsabilidad de su destino”, agregó.
“Suspendido en
el patíbulo, además del escarnio, afronta también la última tentación: la
provocación a bajar de la cruz, a vencer el mal con la fuerza, y a mostrar el rostro
de un Dios potente e invencible. Jesús en cambio, precisamente aquí, en el
culmen del anonadamiento, revela el rostro auténtico de Dios, que es
misericordia”.
Por tanto, “si
el misterio del mal es abismal, infinita es la realidad del Amor que lo ha
atravesado, llegando hasta el sepulcro y los infiernos, asumiendo todo nuestro
dolor para redimirlo, llevando luz donde hay tinieblas, vida donde
hay muerte, amor donde hay odio”.
El Santo Padre
explicó también que “Él renunció a sí mismo por nosotros” y exclamó: “¡Cuánto
nos cuesta a nosotros renunciar a alguna cosa por él y por los otros!”.
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