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Pegalajar, Jaén, Spain
Gracias por venir a recorrer estos senderos literarios que han brotado de una fontana silenciosa, sedienta de emoción y de calma. Gracias por leer estos poemas, por beber su aliento, por respirar su aroma, por destilar su esencia, por libar su néctar. Sabed que han brotado de un corazón anhelante que sueña con ser luz y ternura, primavera y sueño, calidez y verso. Mientras lo consigo sigo escribiendo, soñando, amando, enseñando, viviendo y cantando a la vida y al amor, al mar y a la tierra, a la tristeza y al llanto, al suspiro de la brisa y al deseo de los espejos, a la melancolía y a la nostalgia. La vida es como un poema que, en unas ocasiones, nos abre las puertas de paraísos ignotos, de hermosas praderas cuajadas de florecillas silvestres, de exóticos jardines, de luminosas estancias donde germinan los sueños y donde se gesta el amor, pero en otras nos aboca al temblor de los fracasos, al dolor de las heridas, al vacío de las ausencias, al llanto de las tormentas, al furor de las ventiscas, al horror de las contiendas y a la tupida oscuridad de una noche sin luceros. Espero que seas feliz mientras bebes agua de los manantiales de la poesía, de las fontanas del verso.

sábado, 2 de abril de 2016

EL OTOÑO SE ALEJA


                    El otoño, añorante en sus recuerdos,
de sol tibio y de sangrantes ocasos,
insiste en deserciones y fugas,
en torpes huidas ciegas
de estos hermosos parajes
de pecho descendido y de silencio.

Liviano como una sombra, marchito y cerril,
se aleja por la inmensa terraza celeste.
Va arrastrando tras de sí su brusco telón de viento
y su fino tisú de llanto y melancolía.
Quizá, oculte en su pecho flébiles nostalgias
de ausencia o de ingratitud.
Su brazos, caídos y oscilantes,
a lo largo de su cuerpo macilento,
de hojas secas y de musgo,
                                                   con desdén y desaliento, bambolean
                                                   las ingrávidas esferas del aire.
                                                   Sobre esta tierra bravía, herida por algún rayo de luna,
,                                                  en una radiante noche de estrellas y plenilunio,
                                                   vomita un desvencijado temporal
                                                  de desatinos y de añoranza.
 
El otoño ha dejado la tierra desierta,
desnuda de pájaros y de céfiros,
rota de flores y de guirnaldas de besos
y abocada al frío aguacero de invierno
de tenebrosas oquedades estériles
y de seres ateridos por la helada.
Los dulces senos del otoño
han dejado de manar leche y miel
en esta tierra marchita.
Han congelado el pálpito del amor
por las sombrías veredas
de la inclemente noche invernal.
Una esquiva bocanada de cierzo,
azota las esperanzas que abrigaba el olivar
en su mullida entramada de ramajes.
Silba el viento en las camadas,
zigzagueante y siniestro,
y con sus manos de fría ventisca
agita la entraña de la aceituna,
morada y negra, azabache,
que tiembla bajo su gélido aliento.
Es el invierno que ruge
muy cerca del corazón,
con su manantial de escarcha
y empaña la nitidez del espejo
del agua en el riachuelo
y en esos ingentes cielos
cubiertos de tupidos estandartes,
oscuros y enmohecidos,
que embotan las caricias en el alma.
 
POEMA PUBLICADO EN LA REVISTA ALDABA 29. INVIERNO 2016. 





 





 

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